Capítulo tercero…
al fin ella dijo:
-Guárdame en tu recuerdo, nada mas, y Jesús:
-No olvidare tu bondad, y luego llenándose de animo : no te olvidare,
-Por que? Sonrió la mujer
-porque eres hermosa.
-Pues no me conociste en tiempo de mi belleza.
-Te conozco en la belleza de ahora.
Se apago la sonrisa de ella : Sabes quien soy? Que hago? De que vivo?
-Lo se.
-Solo tuviste que mirarme y ya lo supiste todo.
-No se nada.
-Que soy prostituta.
-Eso si lo se.
-Que me acuesto con los hombres por dinero.
-Si.
-Eso es lo que te decía, que sabes todo sobre mi.
-Solo se eso.
La mujeres sentó a su lado, le paso la mano suavemente por la cabeza, le toco la boca con las punta de los dedos, -si quieres agradecérmelo quédate este día conmigo.
-No puedo.
-Por que?
-No tengo con que pagarte.
-Gran novedad esa.
-No te rías de mi.
-Tal vez no lo creas, pero mas fácilmente me reiría de un hombre que llevara bien llena la bolsa.
-No es solo cuestión de dinero.
-Que es, entonces?
Jesús se callo y volvió la cara hacia el otro lado. Ella no lo ayudo, podía haberle preguntado eres virgen, pero se mantuvo callada, a la espera. Se hizo un silencio tan denso y profundo que parecía que solo los corazones sonaban, mas fuerte y rápido el de él, el de ella inquieto con su propia agitación.
Jesús dijo: Tus cabellos son como un rebaño de cabras bajando por las laderas de las montañas de Galad. La mujer sonrió y permaneció callada, después Jesús dijo, Tus ojos son como las fuentes de Hesebon, junto a la puerta de Bat-Rabin .La mujer sonrió de nuevo pero no hablo. Entonces volvió Jesús lentamente el rostro hacia ella y le dijo: no conozco mujer.
Maria le tomo las manos, -así tenemos que empezar todos, hombres que no conocían mujer, mujeres que no conocían hombre, un día el que sabia enseño, el que no sabia aprendió.
-Quieres enseñarme tú.
Para que tengas otro motivo de gratitud.
Así, nunca terminare de agradecerte.
-Y yo nunca acabare de enseñarte.
Maria se levanto, fue a cerrar la puerta del patio, pero primero colgó cualquier cosa por el lado de afuera, señal que seria de entendimiento para los clientes que vinieran por ella, de que había cerrado su puerta porque llego la hora de cantar, Levántate viento del norte, ven tu viento del mediodía, sopla en mi jardín para que se dispersen sus aromas, entre mi amado en su jardín y coma de sus deliciosos frutos. Luego juntos, Jesús amparado como hiciera antes, en el hombro de Maria, prostituta de Magdala que lo curó y lo va a recibir en su cama, entraron en la casa, en la penumbra propicia del cuarto fresco y limpio. La cama no es aquella rústica estera tendida en el suelo, con cobertor pardo que Jesús siempre vio en casa de sus padres mientras allí vivió, este es un verdadero lecho, como aquel del que alguien dijo, adorne mi cama con cobertores, con colchas bordadas con lino de Egipto, perfumé mi lecho con mirras, aloes y cinamomo. Maria de Magdala llevo a Jesús hasta un lugar junto al horno, donde era el suelo de ladrillo, y allí, rechazando el auxilio de él, con sus manos lo desnudó y lavó, a veces tocándole el cuerpo aquí, aquí y aquí con la punta de los dedos, besándolo levemente en el pecho, y en los muslos , de un lado y del otro.
Estos roces delicados hacían estremecer a Jesús, las uñas de la mujer causaban escalofríos cuando le recorrían la piel, No tengas miedo , dijo Maria de Magdala, lo seco y lo llevo de la mano hasta la cama, Acuéstate, vuelvo enseguida.
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