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11 abril, 2005

Capítulo Primero...

Hay personas inteligentes, personas sabias, personas cuerdas, honestas, mentirosas, cobardes, autosuficientes, leales y hay personas que dedican su tiempo libre a contar historias

Me remito a lo último dicho. Les voy a contar una historia, verdadera o falsa, es lo mismo…

Como es bastante larga y sé que a la mayoría de ustedes les molesta bastante leer mas de 2 hojas de corrido, decido que lo mejor es hacer un post dividido en capítulos. Así va a ser, un post en 4 capítulos.

La historia, ya todos la conocen. Pero seguro que lo que vas a leer no es la versión que vos conocés.

Capítulo primero

Maria de Magdala

.....Sin embargo quiso el destino que al atravesar la ciudad de Magdala, se le reventase una herida del pie que tardaba en curarse, y de tal modo que parecía que la sangre no quería parar. También quiso el destino que el peligroso accidente ocurriera a la salida de Magdala, casi al frente de una casa que estaba alejada de las otras, como si no quisiera aproximarse a ellas, o ellas la rechazaran.

Viendo que la sangre no daba muestra de restañarse, Jesús llamo, He!! los de adentro, dijo, y acto seguido apareció una mujer en la puerta. Era como si estuviera esperando que la llamasen, aunque, por un leve aire de sorpresa que insinuó su cara, podríamos pensar que estaba habituada a que entrasen en su casa sin llamar; lo que, si bien consideramos las cosas, tendría menos razón de ser que en cualquier otro caso, pues esta mujer es una prostituta y el respeto que debe a su profesión le manda que cierre la puerta de la casa cuando recibe un cliente.

Jesús que estaba sentado en el suelo, comprimiendo la desatada herida. Hecho una mirada rápida a la mujer que se acercaba, Ayúdame dijo y auxiliándose de la mano que ella le tendía, consiguió ponerse de pie y dar unos pasos, cojeando. No estas en situación de andar, dijo ella, entra que te curo la herida. Jesús no dijo ni si ni no, el olor de la mujer lo aturdía, hasta el punto de desaparecerle, de un momento a otro, el dolor que le provocara la llaga al abrirse, y ahora, con un brazo sobre los hombros de ella, sintiendo su propia cintura ceñida por otro que evidentemente no podía ser suyo, percibió el tumulto que le traspasaba el cuerpo en todas las direcciones, si no es mas exacto decir sentidos, porque en ellos, o en uno que tiene ese nombre, pero no es la vista ni el oído ni el gusto ni el olfato ni el tacto, aunque pueda llevar una parte de cada uno, ahí es donde todo iba a dar, con perdón.

La mujer le ayudo a entrar en el patio, cerro la puerta y lo hizo sentarse, Espera, dijo. Entro y volvió con una vasija de barro y un paño blanco, lleno de agua la vasija, mojo el paño y, arrollidandose a los pies de Jesús, sosteniendo en la palma de la mano izquierda el pie herido, lo lavo cuidadosamente, limpiándolo de tierra, ablandando la costra rota de la que salía, con la sangre, una materia amarilla, purulenta de mal aspecto. Dijo la mujer no va ser el agua lo que te cure, y Jesús dijo Solo te pido que me ates la herida para poder llegar a Nazaret, allí la trataré (iba a decir: “mi madre me la tratará”, pero se corrigió, pues no quería parecer ante los ojos de la mujer como un chiquillo que, por un tropezón con una piedra, se echa a llorar , Mama, mamíta, a la espera de una caricia, un soplo suave en el dedo ofendido, un toque dulcificante de los dedos, no es nada hijo mío, ya paso.

De aquí a Nazaret todavía tienes mucho que andar, pero si así lo quieres, espera al menos hasta que te ponga un ungüento, dijo la mujer y entro en la casa, donde tardo un poco mas que antes. Jesús dio una vuelta alrededor del patio, sorprendido porque nunca había visto algo tan limpio y ordenado.

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