Y así pasó el tiempo. Por lo menos así lo creí yo.
Los momentos que siguieron fueron más tranquilos, un poco menos agobiantes. Mas allá de eso, a veces quería sentir esa necesidad de presión y remordimiento, aunque no me gustaba pasar por eso.
Como algunos decían “es la calma que antecede al huracán” para mi fue al revés, fue la calma que vino en el momento justo que se fue el huracán.
Esta vez con más reflejos y más preparado para no ser derrotado, quise ir en busca de la bruja sabelotodo para que me guíe en mi camino de búsqueda de tranquilidad. La mujer malvada me dijo “he de indicarte el camino pero pagarás con 3 años de tu vida”. Al escuchar a la malvada salí corriendo con temor a perder tiempo de vida, pero a la segunda cuadra una vieja desde un balcón me gritó “no corra más, que ya pagó”; yo no le hice caso, y seguí corriendo hasta que me perdí.
Al día siguiente me desperté en mi cama con la ropa puesta pero sin los zapatos. Me preguntaba cómo había llegado ahí, pero la ausencia de todo mi efectivo de mi billetera me hizo entender que alguien me había dado una mano.
Esa noche ya no tenía que escribir ni leer nada que no fuera de mi agrado y gusto personal. Pero sabía que eso no iba a durar por mucho tiempo
La visita de aquél hombre me sorprendió. En medio de la noche el golpe fuerte de su puño contra la puerta me sobresaltó. Al principio no quería abrirle la puerta, pero después lo hice. No pensaba verlo en unos cuantos años, es más, a veces había deseado no verlo nunca, pero ahí estaba esa noche, con cara amigable y mirada paternal. No me dio miedo verlo, pero sí me dio un poco de nostalgia por lo demás no realizado
No hay comentarios.:
Publicar un comentario